Cuando uno atiende al llamamiento de Dios y
comienza a andar en Sus caminos, lo primero que se da cuenta es que si bien
Dios nos exhorta de muchas formas a elegir lo correcto, lo justo y lo
verdadero, nos da libertad de elección en ello.
De igual forma otra cosa que uno descubre es que
tras ese llamamiento existen bendiciones que sobrepasan cualquier cosa que pudiera
subir a la mente o al corazón de las personas.
Ese andar,
sobre todo al principio, es alegre, motivante, pero conforme comienzan las
pruebas que el mismo andar trae devienen momentos tristes, frustrantes, es en
ese momento en que uno debe recordar lo que de inicio lo motivó a ese caminar.
Cristo, por medio de Juan, dirigiéndose a la
iglesia de Éfeso, tipo de los cristianos que se le asemejarían durante toda la
historia de la iglesia de Dios, si bien tiene mucho que reconocerles, le señala
como defecto el que haya olvidado su primer amor.
Ese primer amor es el experimentado al inicio de
nuestro andar y se basa, sí, en el conocimiento de Dios, pero más en las promesas
que de Él hemos recibido: Perdón de los pecados, vida eterna, provisión,
descanso, Espíritu Santo, salvación, corona de vida, paz, todo ello a través
del sacrificio redentor de nuestro Señor Jesucristo.
Pero nuestra naturaleza débil, torpe, rebelde y
cobarde en ocasiones deja de posar la mirada en estas promesas, algunas de las
cuales ya hemos recibido como un pequeño adelanto a la espera de la plena
realización de las mismas, para posarse en lo que no somos, en lo que no
tenemos, en lo que no podemos dar.
Si la salvación de nosotros dependiera nadie
sería salvo, pero a Dios gracias, la
salvación no depende de nuestras fuerzas, nuestra obediencia, nuestros aciertos
y nuestra valentía sino que nos es dada a través del sacrificio redentor de
nuestro Señor Jesucristo.
Pero ahí no termina todo porque por el Santo
Espíritu de nuestro Padre Dios que se nos concede con la imposición de manos
después del bautismo, Dios comienza en nosotros Su gran obra y la consumará
como todo lo que se propone, de nuestra parte está el creer que eso es posible
y esforzarnos por actuar en consecuencia.
Para andar en el camino del llamamiento es
necesario no desviar la mirada de las promesas que se nos han hecho, pero al
mismo tiempo avanzar en él a través de las acciones que en consecuencia como
creyentes hacemos resultado de nuestro llamamiento, después de todo tus sueños
se alimentan de esperanza, tus logros de acciones.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Deuteronomio 30:15-19; 1 Corintios 2:9;
Revelación 2:4; 1 Juan 1:9; 5:11; Filipenses 4:19; Mateo 11:28; Hechos 1:4-5;
Isaías 45:22-23; Santiago 1:12; Juan 16:33; Lucas 18:26-27; Isaías 32:15; Gálatas
6:8
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