Cuando uno inicia el caminar a través de las
sendas que el Padre nos va indicando, conforme a Su llamamiento, existe un
sentimiento de alegría, de entusiasmo, que la Escritura refiere como esa
sensación aunada al primer amor.
Si uno le pregunta a quien se inicia en el Camino
qué es lo que se espera de él y cuáles son las promesas que se le han dado no
habrá dudas en las respuestas las cuales contarán con gran claridad escritural.
Pero de igual forma si se le pregunta a esa
persona como es que piensa lograr todo eso que de él se espera y, por lo tanto,
heredar las promesas que se le han dado, ahí es donde comienzan los problemas
pues no hay claridad en ello más allá de la respuesta basada en el esfuerzo
cotidiano para ello.
Antes de avanzar en esto entendamos una cosa.
Dios es quien pone en nosotros tanto el querer como el hacer, pero eso no
quiere decir que el cristiano deba estar indolente esperando que el Santo
Espíritu de nuestro Padre Dios que obra en nosotros sea quien haga el trabajo
que nos corresponde.
La Escritura está llena de exhortaciones para aplicar
esfuerzo en el andar por el Camino al que el Padre nos ha llamado. Ese esfuerzo
no es el que logra sino que demuestra al Padre nuestra intención de cumplir con
Su voluntad recibiendo de Él tanto la luz, la guía y la fuerza para cumplir lo que
el llamamiento implica.
Pero incluso el iniciar este andar implica
claramente, como el Señor Jesús nos dijo, el contar los gastos, es decir, saber
qué implica y ver si podremos dar lo que de nosotros se espera, lo cual nos
habla de conocer qué se tiene que hacer, cómo, cuándo, dónde, por qué y para
qué, pero ¿realmente hacemos este ejercicio en nuestro caminar?, ¿qué es lo que
tendríamos que hacer como objetivos y estrategias en nuestra vida cristiana?
Pablo escribiendo a los Corintios lo resume de
manera magistral al exhórtales a estar alertas, permanecer firmes en la fe, portarse
varonilmente y ser fuertes.
Estar alertas nos remite al velar que nos hablaba
Jesús, esto para no caer en tentación, luego entonces el referente es la
observancia de la Ley la cual nos indica qué es pecado. Permanecer firmes en la
fe nos habla de esa contención que debemos tener ante el punto para defender
los principios doctrinales de los cuales la iglesia de Dios, como columna y
fundamento de la verdad, es guardiana. Portarse varonilmente nos habla de ese
crecimiento en la fe que tantos hombres como mujeres debemos tener para no ser
como niños fluctuantes llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios
del error. Y ser fuertes nos habla de mantenernos fieles, cayendo, levantándonos,
pero sin tirar por la borda el llamamiento del que hemos sido objeto.
La vida cristiana sin duda contiene promesas que
exceden con mucho cualquier cosa que pudiéramos pensar, pero de igual forma
exige en nosotros el poner por obra la Palabra en tanto llega el día de nuestra
liberación, mientras tanto hay que estar alertas, permanecer firmes en la fe, portarse
varonilmente y ser fuertes ya que sin objetivos ni estrategias llegaras a cualquier lugar,
menos a donde querías.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Revelación 2:4; Filipenses 2:13; Juan 3:27; 1
Corintios 12:6; Josué 1:6; 1 Crónicas 22:13; Salmos 27:14; Efesios
6:10; Lucas 14:28; 1 Corintios 16:13; Marcos 13:33-37; Mateo 26:41; Romanos
3:20; 1 Juan 3:4; Judas 1:3; 2 Timoteo 1:13; 1 Timoteo 3:15; Isaías 40:29; Efesios
6:10; 2 Corintios 12:9-10; Proverbios 24:16; 1 Corintios 2:9; Romanos 8:18; Santiago
1:22; Romanos 2:13
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