Un
hecho innegable es que como personas todos tenemos un sinfín de sueños, metas y
objetivos que prácticamente bullen en nuestro interior por ser alcanzados:
Amigos, estudios, familia, trabajo, no hay área del desarrollo humano donde no
tengamos algo que quisiéramos llegar a ser o llegar a tener.
Adicionalmente,
el cristiano tiene también sueños, metas y objetivos, que en ocasiones el mundo
no entiende, relacionados con metas, sueños y
objetivos que no son temporales sino eternos: llegar a ser, como parte
de la familia de Dios, reyes y sacerdotes con Jesús, nuestro Señor y Salvador,
en el Reino de Dios.
Esto
ha sido posible, no por nuestros méritos u obras, sino gracias a la
reconciliación que por la sangre de Jesús hemos tenidos; pero el hecho de que
la salvación haya sido un regalo de nuestro Padre Dios, para por quien Él son
llamados en este siglo, no quiere decir no tengamos lucha alguna que enfrentar.
La
salvación es un dos gratuito, pero nuestra desidia, nuestro desinterés, nuestro
amor al mundo, puede lograr que la despreciemos, que no la valoremos, perdiendo
así la promesa del Padre.
Volviendo
sobre la cuestión de las metas, sueños y objetivos que en la vida tenemos, hay
que dejar claro que si bien esto es bueno, es loable, debemos tener una
correcta prioridad en cuento ello poniendo en primer lugar las metas, sueños y objetivos
eternos por sobre las temporales.
Así
que el cristiano tiene una doble lucha: no solo por alcanzar las metas, sueños
y objetivos que lo lleven en este siglo a llegar a ser más y tener más, sino a
luchar con mayores fuerzas, con mayor denuedo, por las metas eternas que se nos
han ofrecido poniendo estás últimas en primer lugar.
Esta
lucha puede ser muy palpable o más bien sutil, pero siempre será muy fuerte. El
Enemigo, el mundo, la carne nos incitan constantemente a pecar, esa batalla es
muy frontal, pero también, y más sutilmente, nos presenta las metas, sueños y objetivos
temporales de tal manera que podemos llegar a cambiar el orden de prioridades dejando
las promesas eternas en un segundo término.
Para
el cristiano le queda muy claro que mientras militemos en esta carne estaremos
llevando una batalla constante por las promesas, una batalla donde Enemigo, el
mundo, la carne buscan arrebatar los sueños, metas y objetivos eternos que nos
hemos fijado desde que fuimos llamados por el Padre.
Esta
batalla nos parece imposible, y lo es, pero para nosotros, no para Dios, así
que debemos salir a pelear con nuestra esperanza puesta en Quien nos ha
llamado, pidiendo su luz y fuerza para llegar a la meta final de nuestro
llamamiento.
En
la vida es bueno tener metas, sueños y objetivos, tanto temporales como
eternos, y si estamos dispuestos a luchar con denuedo por los primeros, con
mayor razón debemos estar dispuestos a luchar, con un mayor vigor, por los últimos,
sabiendo que incluso en ocasiones habrá que sacrificar los menos importantes por
los más, así que no lo olvides lucha por tus sueños, sino otro los conquistará.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo 16:26; Eclesiastés 3:11; Efesios 2:13; Romanos
8:16-17; Efesios 2:8-9; 1 Timoteo 6:12; 2 Timoteo 4:7; Efesios 6:12; Apocalipsis
3:11; Efesios 6:12; Romanos 8:31
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