Prácticamente
desde que comenzamos a vivir comenzamos a experimentar una serie de obstáculos,
de retos, que al irlos superando nos fueron capacitando para vivir una vida más
plena.
Esto
fue característico de nuestra infancia desde aprender primero a gatear y luego
a caminar hasta comenzar a tratar de comunicarnos llegando a leer y escribir.
Ya como niños, jóvenes y adultos, seguimos experimentando más obstáculos y más
retos, obstáculos y retos cada vez más complejos, que nos llevan hacia mejores
estadios de desarrollo.
Si
bien todos los ámbitos de nuestra vida enfrentan estos obstáculos, estos retos,
para el cristiano en primer lugar está el desarrollo que en su vida espiritual
busca. Y es que desde que somos llamados a formar parte de la familia de Dios
como Sus hijos e hijas comenzamos a experimentar una serie de obstáculos, de
retos, que al irlos superando nos van habilitando para ser parte de esa familia
al ir formando en nosotros el carácter perfecto y santo de Dios.
Pero
al igual que en nuestra vida física, emocional o intelectual, en nuestra vida
espiritual habrá ocasiones en que creamos que no podemos superar algún
obstáculo o reto que se nos presente sólo para darnos cuenta, una vez superado,
que no era como pensábamos y que nuestro potencial es aún mayor.
La
clave, en la vida cristiana, es que en todo lo que hagamos, incluso y con mayor
razón al enfrentar obstáculos o retos, pongamos a Dios primero y lo que vivimos
lo pongamos en Sus manos.
Esto
debe ser muy claro para el cristiano pues al sabernos débiles e imperfectos
nunca ponemos en nuestra fuerza la esperanza de nuestro éxito sino que nos
afianzamos a Aquel por quien hemos sido llamados para Su gloria.
Amedrentarnos
ante los obstáculos, ante los retos que nos plantea la vida, es un signo de que
estamos dependiendo de nuestra capacidad, de que estamos considerando nuestras
fuerzas, avanzar decididamente a pesar del temor que pudiéramos sentir es un
signo de la confianza que en Dios tenemos.
En
efecto, aunque tenemos una vida limitada, nuestro potencial es ilimitado por el
llamamiento del que hemos sido objeto, y en función de esto el padecer, penar o
angustiar en esta vida por conseguir las promesas que se nos han dado no son
nada en comparación de lo que se nos ha ofrecido.
Piensa
en esto: a nosotros, polvo y nada, se nos ha ofrecido por el Dios verdadero,
viviente y veraz, ser coherederos con Cristo de todos siendo parte de la
familia de Dios como reyes y sacerdotes en Su reino venidero. Visto así esto es
un obstáculo, un reto más que imposible de lograr por nosotros, pero no por
Dios quien nos ha llamado, siendo que la consecución del mismo es por Su poder
y para Su mayor gloria.
Como
cristianos estamos llamados a pasar de ser niños a adultos, espiritualmente
hablando. Al igual que nuestra vida física, emocional o espiritual, este
desarrollo implica ir venciendo los obstáculos o retos que se nos presentan y,
de la mano de Quien nos ha llamado, reconocer Su majestuosidad y saber que a su
lado todo es posible, así que recuerda los obstáculos solo existen para
demostrarte que no tienes límites.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Romanos 9:8; 1 Juan 3:1-2; Efesios 1:5; 4:11-16;
Gálatas 4:4-7; Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Proverbios 16:3; Filipenses 4:13; 2
Corintios 3:5; Deuteronomio 3:22; 20:1-4; Romanos 8:17-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario