miércoles, 15 de agosto de 2018

Los obstáculos solo existen para demostrarte que no tienes límites



Prácticamente desde que comenzamos a vivir comenzamos a experimentar una serie de obstáculos, de retos, que al irlos superando nos fueron capacitando para vivir una vida más plena.

Esto fue característico de nuestra infancia desde aprender primero a gatear y luego a caminar hasta comenzar a tratar de comunicarnos llegando a leer y escribir. Ya como niños, jóvenes y adultos, seguimos experimentando más obstáculos y más retos, obstáculos y retos cada vez más complejos, que nos llevan hacia mejores estadios de desarrollo.

Si bien todos los ámbitos de nuestra vida enfrentan estos obstáculos, estos retos, para el cristiano en primer lugar está el desarrollo que en su vida espiritual busca. Y es que desde que somos llamados a formar parte de la familia de Dios como Sus hijos e hijas comenzamos a experimentar una serie de obstáculos, de retos, que al irlos superando nos van habilitando para ser parte de esa familia al ir formando en nosotros el carácter perfecto y santo de Dios.

Pero al igual que en nuestra vida física, emocional o intelectual, en nuestra vida espiritual habrá ocasiones en que creamos que no podemos superar algún obstáculo o reto que se nos presente sólo para darnos cuenta, una vez superado, que no era como pensábamos y que nuestro potencial es aún mayor.

La clave, en la vida cristiana, es que en todo lo que hagamos, incluso y con mayor razón al enfrentar obstáculos o retos, pongamos a Dios primero y lo que vivimos lo pongamos en Sus manos.

Esto debe ser muy claro para el cristiano pues al sabernos débiles e imperfectos nunca ponemos en nuestra fuerza la esperanza de nuestro éxito sino que nos afianzamos a Aquel por quien hemos sido llamados para Su gloria.

Amedrentarnos ante los obstáculos, ante los retos que nos plantea la vida, es un signo de que estamos dependiendo de nuestra capacidad, de que estamos considerando nuestras fuerzas, avanzar decididamente a pesar del temor que pudiéramos sentir es un signo de la confianza que en Dios tenemos.

En efecto, aunque tenemos una vida limitada, nuestro potencial es ilimitado por el llamamiento del que hemos sido objeto, y en función de esto el padecer, penar o angustiar en esta vida por conseguir las promesas que se nos han dado no son nada en comparación de lo que se nos ha ofrecido.

Piensa en esto: a nosotros, polvo y nada, se nos ha ofrecido por el Dios verdadero, viviente y veraz, ser coherederos con Cristo de todos siendo parte de la familia de Dios como reyes y sacerdotes en Su reino venidero. Visto así esto es un obstáculo, un reto más que imposible de lograr por nosotros, pero no por Dios quien nos ha llamado, siendo que la consecución del mismo es por Su poder y para Su mayor gloria.

Como cristianos estamos llamados a pasar de ser niños a adultos, espiritualmente hablando. Al igual que nuestra vida física, emocional o espiritual, este desarrollo implica ir venciendo los obstáculos o retos que se nos presentan y, de la mano de Quien nos ha llamado, reconocer Su majestuosidad y saber que a su lado todo es posible, así que recuerda los obstáculos solo existen para demostrarte que no tienes límites.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Romanos 9:8; 1 Juan 3:1-2; Efesios 1:5; 4:11-16; Gálatas 4:4-7; Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Proverbios 16:3; Filipenses 4:13; 2 Corintios 3:5; Deuteronomio 3:22; 20:1-4; Romanos 8:17-18

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