El
elegido que ha respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el
presente siglo no se vuelve, por el sólo hecho de ser bautizado y recibir el
Espíritu de Dios, en una persona ajena a su carnalidad. Mientras ande por el
Camino y en tanto no llegue el nacimiento del Espíritu tendrá que estar
luchando contra los impulsos del Enemigo, el Mundo y la Carne que le incitan a
desviarse de su meta.
Dentro
de estas cuestiones que pueden hacer que alguien desvíe sus ojos de las
promesas está lo que el mundo ofrece, pero ¿qué nos dice la Palabra respecto de
eso tan atrayente pero a la vez tan distractor? “No améis al mundo ni las cosas
que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los
ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el
mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios
permanece para siempre”.
Esto
de ninguna forma quiere decir vivir en desidia, al contrario, Pablo en su
segunda carta a los de Tesalónica les dice claramente “Porque también cuando
estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar,
tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan
desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro
Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan”. Ahora
bien, Pablo no decía esto para que los demás lo acataran sino que lo exponía
con autoridad pues él mismo así había vivido: “Pues vosotros mismos sabéis cómo
debéis seguir nuestro ejemplo, porque no obramos de manera indisciplinada entre
vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que con trabajo y fatiga
trabajamos día y noche a fin de no ser carga a ninguno de vosotros; no porque
no tengamos derecho a ello , sino para ofrecernos como modelo a vosotros a fin
de que sigáis nuestro ejemplo”.
La
diferencia entre trabajar en el mundo y trabajar por el mundo es grande, la
primera usa lo que se nos ha dado para responder al llamamiento del que se ha
sido objeto, es decir a través del tener llegar al ser, el segundo busca en las
cosas del mundo ese logro, esa satisfacción que sólo puede provenir de la vivir
en la verdad revelada, es decir, a través del ser llegar a tener. Lo primero
trae vida, lo segundo muerte “pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el
mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?”,
ya que “hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final es camino de
muerte”.
Estamos
llamados a ser triunfadores, pero no haciéndonos de “tesoros en la tierra,
donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan; [sino
de] tesoros en el cielo, donde ni
polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan: Porque donde
estuviere [nuestro] tesoro, allí estará [nuestro]
corazón”, después de todo triunfar pero perder la esencia de uno es pagar un
precio muy alto por el éxito.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1 Juan 2:16; Romanos 13:14; 1 Pedro 2:11; 2
Tesalonicenses 3:10-12; 1 Tesalonicenses 4:11; Proverbios 13:4; Mateo 16:26; Marcos
8:36; Lucas 9:25; Proverbios 14:12; 16:25; 2 Tesalonicenses 3:8; Hechos 18:3; Efesios
4:28; Mateo 6:19-34; Lucas 12:33; 1 Timoteo 6:9-10
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