Dado
que el nacimiento del agua, el bautismo pues, implica una nueva vida, la idea
contenida es que se trata de un nuevo comenzar, como dice Pablo en su segunda
carta a los de Corinto “de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura [es];
las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas”, es por ello que para
andar por el Camino de esta nueva vida se alude a no volver la mirada atrás.
Sobre
esto, uno de los eventos que más se esgrimen, es el caso de la esposa de Lot,
la cual, mientras huían previo a la destrucción de Sodoma y Gomorra volvió su
vista atrás quedando convertida en sal.
En
efecto, pretender avanzar con la mirada puesta en lo que se deja puede dar
lugar, no sólo a lentitud en el andar, es más: ni siquiera a tropezar por ello,
sino incluso en regresar a lo que se está dejando, por eso Pablo escribiendo a
los de Filipo les dice “yo mismo no considero haber lo ya alcanzado; pero una
cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante prosigo
a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” o como
escribió Isaías “no recordéis las cosas anteriores ni consideréis las cosas del
pasado”
Lucas
presenta un diálogo corto, pero muy edificante, entre uno que deseaba seguir a
Jesús pero que quería tiempo para ordenar antes sus cosas: “También otro dijo:
Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa. Pero
Jesús le dijo: Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es
apto para el reino de Dios”.
Esta
cita se usa para señalar, acertadamente, que iniciar el andar por el Camino
implica dejar atrás lo que antes se era, pero quiero proponerte una forma
adicional, no contradictoria sino complementaria de esto la cual se refiere a
esas caídas que en el andar, una vez nacido de nuevo, se experimenta.
Es
más que evidente que el nacer de nuevo no elimina nuestra carnalidad, un
correcto entendimiento de aquello implica reconocer que mediante el bautismo “[nos habemos] vestido del nuevo [hombre,] el
cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de
aquel que lo creó”, pero en el inter seguimos padeciendo de nuestras
debilidades y flaquezas que nos pueden hacer caer en nuestro andar, ¿qué hacer?
En
su primer carta Juan instruye diciendo “Hijitos míos, estas cosas os escribo
para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el
Padre, a Jesucristo el justo”. Esto ya lo sabemos, pero el problema, y es a
donde quiero llegar, es nuestra conciencia que puede no dejarnos tranquilos a
pesar de ese arrepentimiento ante cada caída que experimentemos, ¿qué hacer?
No
es tanto de hacer, sino más bien de comprender y dejar que el Espíritu nos vaya
edificando, de nuevo, ¿qué le dijo Jesús al que queriendo acompañarlo sentía
tenía cosas que arreglar en su vida? “Nadie, que después de poner la mano en el
arado mira atrás, es apto para el reino de Dios”.
Esto
no aplica sólo a mirar atrás deseando la vida que se ha dejado, sino también no
dejar de mirar las faltas que en el andar hemos cometido permitiendo que
nuestra conciencia nos ancle en un error que, al arrepentirnos, ya ha sido
perdonado.
La próxima vez que al caer y ser restaurado sientas esa
conciencia que no deja de recordarte tu falta, recuerda que eso está en el
pasado y que mirando hacia atrás nos descalificamos a nosotros mismos para el
Reino, después de todo en la vida, correr volteando hacia atrás solo te hará
ganar un tropezón.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
2 Corintios 5:17; Romanos 6:4; Génesis 19:26;
Lucas 17:32; Filipenses 3:13-14; Hebreos 6:1; Isaías 43:18; Lucas 9:62; Colosenses
3:10; Romanos 12:2; 1 Juan 2:1-2; Hebreos 2:17
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