martes, 28 de julio de 2020

No todo es incierto en la vida: no intentar algo te da 100% de garantía de no lograrlo


Si bien el cristiano confía en la infinita misericordia y eterno amor del Padre, sabe que la debilidad de la carne le puede hacer caer e incluso perder las promesas que se han dado, si no fuera así nuestro Señor no nos hubiera exhortado diciendo “retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona”, de igual forma Pablo no se hubiera expresado, respecto de su llamamiento, diciendo “golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado”.

Ese sentimiento puede en ocasiones crecer tanto que haga dudar de si uno alcanzará aquello para lo que ha sido llamado y ¿sabes?, en efecto: existe la posibilidad de perder aquello para lo que hemos sido llamados, pero ¿sabes también?, si no lo intentamos de lo único que tendremos certeza es de no alcanzarlo.

Ahora bien, respecto de ese sentimiento, que es muy natural, hay que señalar que el mismo puede tener su origen en el Enemigo, en el Mundo o en la Carne, es por ello que no debemos prestarle atención ya que el mismo puede hacernos perder la vista del Camino, cuando mucho debemos estar consiente de aquello para saber que nada podemos por nosotros mismos pero que todo lo podemos en Cristo que nos fortalece.

Respecto de ese sentimiento de desasosiego que se ha mencionado tiene realización cuando ponemos la mirada en lo que no somos más que en Aquel que nos llamó, el Padre,  y en Aquel por quien sí somos, Jesús, es por eso que la Escritura nos exhorta diciendo que debemos tener “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios”.

¿Cuál es la mejor actitud ante ese sentimiento de desesperanza que puede embragarnos mientras caminamos nuestro andar?, Pablo escribiendo a los de Filipo lo resume diciendo “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Si en alguna ocasión estás en ese punto de, como se dice, tirar la toalla, piensa que el esfuerzo que se nos pide mientras andamos por el Camino, si bien no es garantía de alcanzar la meta, el ni siquiera trabajar en ello si nos refrenda que no lo lograremos, así que no lo olvides, no todo es incierto en la vida: no intentar algo te da 100% de garantía de no lograrlo.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

Revelación 3:11; 1 Corintios 9:25; 2 Timoteo 2:5; 1 Corintios 9:27; Romanos 8:13; 2 Corintios 13:5; Hebreos 12:2; 1 Corintios 1:23; Filipenses 3:20; Juan 6:40; Filipenses 4:13; 2 Corintios 12:9; Efesios 3:16; Filipenses 3:14; Romanos 8:28; 2 Timoteo 1:9

            





martes, 21 de julio de 2020

En la vida, correr volteando hacia atrás solo te hará ganar un tropezón



Dado que el nacimiento del agua, el bautismo pues, implica una nueva vida, la idea contenida es que se trata de un nuevo comenzar, como dice Pablo en su segunda carta a los de Corinto “de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura [es]; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas”, es por ello que para andar por el Camino de esta nueva vida se alude a no volver la mirada atrás.

Sobre esto, uno de los eventos que más se esgrimen, es el caso de la esposa de Lot, la cual, mientras huían previo a la destrucción de Sodoma y Gomorra volvió su vista atrás quedando convertida en sal.

En efecto, pretender avanzar con la mirada puesta en lo que se deja puede dar lugar, no sólo a lentitud en el andar, es más: ni siquiera a tropezar por ello, sino incluso en regresar a lo que se está dejando, por eso Pablo escribiendo a los de Filipo les dice “yo mismo no considero haber lo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” o como escribió Isaías “no recordéis las cosas anteriores ni consideréis las cosas del pasado”

Lucas presenta un diálogo corto, pero muy edificante, entre uno que deseaba seguir a Jesús pero que quería tiempo para ordenar antes sus cosas: “También otro dijo: Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa. Pero Jesús le dijo: Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios”.

Esta cita se usa para señalar, acertadamente, que iniciar el andar por el Camino implica dejar atrás lo que antes se era, pero quiero proponerte una forma adicional, no contradictoria sino complementaria de esto la cual se refiere a esas caídas que en el andar, una vez nacido de nuevo, se experimenta.

Es más que evidente que el nacer de nuevo no elimina nuestra carnalidad, un correcto entendimiento de aquello implica reconocer que mediante el bautismo  “[nos habemos] vestido del nuevo [hombre,] el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó”, pero en el inter seguimos padeciendo de nuestras debilidades y flaquezas que nos pueden hacer caer en nuestro andar, ¿qué hacer?

En su primer carta Juan instruye diciendo “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Esto ya lo sabemos, pero el problema, y es a donde quiero llegar, es nuestra conciencia que puede no dejarnos tranquilos a pesar de ese arrepentimiento ante cada caída que experimentemos, ¿qué hacer?

No es tanto de hacer, sino más bien de comprender y dejar que el Espíritu nos vaya edificando, de nuevo, ¿qué le dijo Jesús al que queriendo acompañarlo sentía tenía cosas que arreglar en su vida? “Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios”.

Esto no aplica sólo a mirar atrás deseando la vida que se ha dejado, sino también no dejar de mirar las faltas que en el andar hemos cometido permitiendo que nuestra conciencia nos ancle en un error que, al arrepentirnos, ya ha sido perdonado.

La próxima vez que al caer y ser restaurado sientas esa conciencia que no deja de recordarte tu falta, recuerda que eso está en el pasado y que mirando hacia atrás nos descalificamos a nosotros mismos para el Reino, después de todo en la vida, correr volteando hacia atrás solo te hará ganar un tropezón.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
2 Corintios 5:17; Romanos 6:4; Génesis 19:26; Lucas 17:32; Filipenses 3:13-14; Hebreos 6:1; Isaías 43:18; Lucas 9:62; Colosenses 3:10; Romanos 12:2; 1 Juan 2:1-2; Hebreos 2:17

martes, 14 de julio de 2020

Triunfar pero perder la esencia de uno es pagar un precio muy alto por el éxito



El elegido que ha respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo no se vuelve, por el sólo hecho de ser bautizado y recibir el Espíritu de Dios, en una persona ajena a su carnalidad. Mientras ande por el Camino y en tanto no llegue el nacimiento del Espíritu tendrá que estar luchando contra los impulsos del Enemigo, el Mundo y la Carne que le incitan a desviarse de su meta.

Dentro de estas cuestiones que pueden hacer que alguien desvíe sus ojos de las promesas está lo que el mundo ofrece, pero ¿qué nos dice la Palabra respecto de eso tan atrayente pero a la vez tan distractor? “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

Esto de ninguna forma quiere decir vivir en desidia, al contrario, Pablo en su segunda carta a los de Tesalónica les dice claramente “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno.  A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan”. Ahora bien, Pablo no decía esto para que los demás lo acataran sino que lo exponía con autoridad pues él mismo así había vivido: “Pues vosotros mismos sabéis cómo debéis seguir nuestro ejemplo, porque no obramos de manera indisciplinada entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que con trabajo y fatiga trabajamos día y noche a fin de no ser carga a ninguno de vosotros; no porque no tengamos derecho a ello , sino para ofrecernos como modelo a vosotros a fin de que sigáis nuestro ejemplo”.

La diferencia entre trabajar en el mundo y trabajar por el mundo es grande, la primera usa lo que se nos ha dado para responder al llamamiento del que se ha sido objeto, es decir a través del tener llegar al ser, el segundo busca en las cosas del mundo ese logro, esa satisfacción que sólo puede provenir de la vivir en la verdad revelada, es decir, a través del ser llegar a tener. Lo primero trae vida, lo segundo muerte “pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?”, ya que “hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final es camino de muerte”.

Estamos llamados a ser triunfadores, pero no haciéndonos de “tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan; [sino de]  tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan: Porque donde estuviere [nuestro]  tesoro, allí estará [nuestro] corazón”, después de todo triunfar pero perder la esencia de uno es pagar un precio muy alto por el éxito.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
1 Juan 2:16; Romanos 13:14; 1 Pedro 2:11; 2 Tesalonicenses 3:10-12; 1 Tesalonicenses 4:11; Proverbios 13:4; Mateo 16:26; Marcos 8:36; Lucas 9:25; Proverbios 14:12; 16:25; 2 Tesalonicenses 3:8; Hechos 18:3; Efesios 4:28; Mateo 6:19-34; Lucas 12:33; 1 Timoteo 6:9-10