martes, 24 de noviembre de 2020

En el viaje por la vida es cómodo ser pasajero, pero mil veces más satisfactorio ser el conductor

 


El llamamiento al que como cristianos hemos respondido, nos ha comprometido a una vida de liderazgo, es decir, a no permitir que sea el Enemigo, el Mundo o la Carne la que decida nuestro destino sino que sea el Espíritu que hemos recibido el que guíe nuestro andar.

 

La diferencia entre ambas posturas es que mientras los dictados del Enemigo, el Mundo y la Carne traen esclavitud, la guía del Espíritu conduce a la libertad. Con todo y todo, Pablo escribiendo a los de Galacia les señala “porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros”.

 

De igual forma, la Gran Comisión que implicó e implica ir por todo el mundo para proclamar el Evangelio a toda criatura, establece para el elegido una posición de liderazgo. Cuando nuestro Señor comisiona a sus discípulos, y en su figura a sus seguidores de todos los tiempos, claramente les dice: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”.

 

Este ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas apunta a ser de aquellos que “por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal”, en la figura de prudentes como serpientes, pero al mismo tiempo, siendo “amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios [nos] perdonó en Cristo”, señalado esto como el ser sencillos como palomas.

 

Todo lo anterior no se da de manera automática sino que implica para el creyente crecer en el conocimiento de Dios y Su Hijo poniendo de igual forma por obra esa fe que se dice profesar, pero ¿cómo se logrará esto si uno cómodamente solo se sienta a esperar se le de el alimento diario sin ejercitar el entendimiento?

 

Acudir a recibir instrucción es básico, pero de igual forma se requiere de uno el esfuerzo de escudriñar la Palabra para adquirir mayor entendimiento. Las verdades de salvación, los principios doctrinales, son ese alimento líquido que uno obtiene al venir a la verdad y que permiten, sobre ello, cimentar mayor conocimiento, pero esto exige de uno tiempo y esfuerzo para buscar en la Palabra esa comprensión que permita avanzar en las verdades divinas.

 

Los de Berea pudieron quedarse muy cómodamente recibiendo lo que Pablo les daba como parte de su predicación, después de todo era apóstol, había sido comisionado por Cristo mismo, él era quien estaba trayendo muchos gentiles a salvación y quien había escrito muchas cartas, con todo y todo estos de Berea se iban a la Palabra para ver si lo que Pablo enseñaba era así, esa es la actitud de liderazgo que se espera del creyente, la otra, la de solamente estar de manera pasiva recibiendo, impide desarrollar ese conocimiento, esa comprensión necesaria para crecer en la comprensión de las verdades divinas.

 

Los elegidos hemos sido llamados por un líder, Jesús, nuestro Señor y Salvador, a también desarrollar una vida de liderazgo, siendo sal de la tierra y luz del mundo, liderazgo que necesaria y forzosamente implica de uno el esfuerzo para escudriñar la Palabra en busca de ese entendimiento que permita crecer en el conocimiento de Dios y Su Hijo poniendo por obra esa fe que se dice profesar,  después de todo en el viaje por la vida es cómodo ser pasajero, pero mil veces más satisfactorio ser el conductor.

 

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

Romanos 6:17-19; Gálatas 5:1, 13; 7; Marcos 16:15-18; Mateo 10:16; Hebreos 5:14; Colosenses 1:10; 2 Pedro 3:18; Santiago 1:22-27; 1 Corintios 3:2; Hechos 17:11; Mateo 5:13-16


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