martes, 30 de abril de 2024

¿Un problema no tiene solución?... ¡pues créasela!

 


Todos los que estando en el mundo hemos venido a salvación en respuesta al llamamiento del Padre nos hemos dado cuenta de lo difícil que es vivir conforme a su voluntad.

 

En esto no somos únicos pues todos los elegidos de todos los tiempos han experimentado lo mismo. Pablo, sobre esto, en su momento escribió “porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.  Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”

 

Ahora bien, ¿podemos resolver por nosotros esto? Nuestro Señor en su momento señaló “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. Ahora bien, ¿qué tan débil es? Veamos contra lo que peleamos: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”, honestamente ¿podemos pensar que con nuestra debilidad venceremos solos?

 

La respuesta esperanzadora es que no podemos. “Un momento -podrá preguntar alguien-, ¿cómo que la respuesta “esperanzadora”?, ¿no debería más bien ser la respuesta “desesperanzadora”?

 

Depende como lo veas. Si ves que de ti y por ti no puedes vencer en aquella lucha entonces sí que el escenario se vuelve desesperanzador; pero si ves que, dada esa debilidad, el Espíritu de Dios en nosotros nos ayuda imprimiendo en ese proceso el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios entonces el escenario se vuelve esperanzador.

 

Y si quieres ver que tan esperanzador mira lo que Dios mismo dice: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa”.

 

Pero más aún, todo esa ayuda no sólo es para que venzamos sino para que trascendamos como hijos de Dios: “Que puse en tu boca mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí; para que plantaras los cielos y fundaras la tierra; y que dijeras a Sion: pueblo mío eres tú”

 

Tarea más que formidable pero no para hacerla solos, como dice la Palabra, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Así es, todo lo podemos pero, y esto es crucial, en Cristo, no en nuestras fuerzas, no en nuestras capacidades, sino en Cristo, así que ya lo sabes: ¿Un problema no tiene solución?... ¡pues créasela!.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Romanos 7:19-21; Salmos 40:12; Mateo 26:41; Efesios 6:18; Isaías 41:10; Deuteronomio 20:1; Efesios 6:12; Romanos 8:38-39; Isaías 51:16; Jeremías 31:33; Filipenses 4:13; 2 Corintios 12:9


martes, 23 de abril de 2024

Un error nos permite aprender en humildad y así ser doblemente mejor que antes de cometerlo

 


A nadie le gusta equivocarse, mucho menos a los elegidos cuyos errores son claramente tipificados como pecado. No se trata de una equivocación banal sino de mayor trascendencia, se ha errado en el camino, se ha tropezado, se ha caído, se ha pecado, ¿cómo sobreponerse a eso?

 

De inicio vamos hablando de la restauración. Juan en su primera carta señala “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero”.

 

El hecho de que Juan comience este exhorto con ese “hijitos míos” es una señal que se dirige a la iglesia de Dios, luego entonces los elegidos pueden –como probabilidad no como permiso- pecar. Pero Juan señala que es lo que procede en dichos casos: reconocer la falta, arrepentirnos ante Dios, pedir su perdón, y, levantándonos, continuar nuestro andar por el Camino a las promesas que se nos han dado.

 

Pablo resume lo anterior al señalar “hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

Pero bueno, después de lo señalado. ¿Hay algo que Dios pueda sacar de bueno de nuestra caída?, si, incluso de nuestras caídas Dios puede sacar algo bueno para nosotros si se lo permitimos, ¿qué es eso?, humildad.

 

“A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.

 

Quien nunca cae solo puede orar como el fariseo: Gracias por eso o por lo otro que me hacen diferente y mejor que los demás; pero el que tropieza, el que cae, el que peca, sintiendo el dolor de su propia fragilidad, no puede menos que reconocerse pecador y, humillándose ante Dios, pedir su misericordia, y, si permite a Dios trabajar en él, llegar a condolerse de la fragilidad de los demás.

 

“Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto poseía, y así pagara la deuda. Entonces el siervo cayó postrado ante él, diciendo: «Ten paciencia conmigo y todo te lo pagaré». Y el señor de aquel siervo tuvo compasión, y lo soltó y le perdonó la deuda. Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: «Paga lo que debes». Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le suplicaba, diciendo: «Ten paciencia conmigo y te pagaré». Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Así que cuando vieron sus consiervos lo que había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su señor todo lo que había sucedido. Entonces, llamándolo su señor, le dijo*: «Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste. ¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?». Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano”.

 

Quien nunca hubiese experimentado la misericordia de Dios para perdonar sus faltas, sus múltiples faltas, no puede condolerse de la fragilidad de los demás, pero igual, incluso habiendo sido perdonado, si no permite al Espíritu trabajar en uno, puede no llegar a ser misericordioso, con los otros, así que ya lo sabes, un error nos permite aprender en humildad y así ser doblemente mejor que antes de cometerlo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

1 Juan 2:1-2; Filipenses 3:13-16; Lucas 18:9-14


martes, 16 de abril de 2024

La vida es un viaje... ¿prefieres conducir o ser solo un pasajero?

 


La vida eterna es algo por igual que se da a todo que acepta a nuestro Señor como su salvador, esto es representado por aquel Señor que mandando trabajadores a su finca a diferentes horas del día al final les dio a todos lo mismo; más sin embargo la gloria de cada quien será diferente.

 

Sobre esto Pablo, escribiendo a los de Corinto, en su primera carta les dice “asimismo, hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero el esplendor de los cuerpos celestes es uno y el de los cuerpos terrestres es otro. Uno es el esplendor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas. Cada estrella tiene su propio brillo. Así sucederá también con la resurrección de los muertos”.

 

Sin duda alguna que es cómodo, muy cómodo, una vez venido a salvación, ya no esforzarse por crecer en el conocimiento de Dios y su Hijo y solo cumplir con lo que hay que cumplir, no hay problema, la salvación no depende de eso, pero la gloria de cada uno sí.

 

Crecer en el conocimiento de Dios y su Hijo implica estudiar, orar, meditar, pedir esa sabiduría que hace falta a Dios para avanzar en el Camino a las promesas que se nos han dado.

 

Solo que hay una cosa que tener en cuenta: Conforme más crece uno en el conocimiento de Dios y su Hijo más se nos exigirá: “A todo el que se le ha dado mucho se le exigirá mucho; y al que se le ha confiado mucho se le pedirá aún más”.

 

Pablo es claro en esto escribiendo a los de Roma cuando les dice “Porque Dios pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras”, no en cuanto a la salvación, la cual es de gracia, sino en cuanto a la gloria por el saber y el hacer conseguido.

 

Pero incluso esto último no será en los elegidos nunca motivo de vanagloria. Fijémonos en los veinticuatro ancianos de Revelación, los cuales simbolizan a los dos pueblos de los cuales Jesús hizo uno pues el doce es símbolo de gobierno –doce príncipes de Israel, doce apóstoles de la iglesia-, ¿qué hacen ellos?, quienes, por cierto, han sido coronados de gloria: “Los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creada”.

 

Estamos llamados a salvación, sí, pero también a crecer en el conocimiento de Dios y su Hijo poniendo por obra esa fe que se dice profesar para, así, en su momento, recibir cada quien la gloria debida, después de todo la vida es un viaje... ¿prefieres conducir o ser solo un pasajero?

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Referencias:

Mateo 20:1-25; 1 Corintios 15:40-44; Colosenses 1:10-12; 2 Pedro 3:18; Santiago 1:5; Lucas 12:48; Romanos 2:6-7; Revelación 4:10-11


martes, 9 de abril de 2024

Hacer posible lo imposible, no estás llamado para otra cosa

 


Los elegidos estamos llamados para proclamar el Reino de Dios, pero para identificarnos como tales hay señales que nos acompañan: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”.

 

Sobre esto, echar fuera demonios es rescatar a las gentes del poder del maligno; hablar nuevas lenguas es predicar verdades que nunca antes habían sido reveladas; tomarán en las manos serpientes quiere decir manejar aquello que es dañino sin que nos afecte, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño, quiere decir que la información que a muchos pierde los elegidos pueden identificarla como mentira por lo que no son extraviados, en cuanto a que sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán, nos habla de la salvación a la que los hombres tendrán acceso.

 

Revelación es mucho más específica en cuanto a las señales de los dos testigos, es decir, del testimonio de la iglesia: “Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera.  Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran”

 

De esto, lo que nos dice, es que Dios, respecto de Su iglesia, le ha conferido poder para que por su misma prédica los injustos se acarreen juicio, eso en la expresión de que, si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. Y también para acarrear maldiciones sobre los inicuos, para mostrar las abominaciones de la tierra y acarrear sobre los herejes e incrédulos el castigo a sus acciones, eso en la expresión: y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.

 

¿Cómo ves?, ¿te crees capaz de todo esto? Si tu respuesta es sí estás mal, pero si tu respuesta es no, también estás mal. No eres capaz de esto, pero tu solo, con la ayuda del Espíritu de Dios claro que puedes, por eso tampoco puedes decir que no, de esta forma eres capaz de lo anterior, ¡y aun de cosas mayores como dijo nuestro Señor!, pero siempre con la ayuda del Espíritu de Dios.

 

Si Dios nos hubiera llamado a lo posible, es decir, a aquello que podemos hacer de nosotros mismos y por nosotros mismos, no lo necesitaríamos, pero Dios no ha hablado para cosas imposibles no dejándonos sin ayuda pues nos ha dado su mismo Espíritu para ello, así que ya lo sabes, hacer posible lo imposible, no estás llamado para otra cosa.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Mateo 28:19, Marcos 16:15, Lucas 24:47-48; Marcos 16:17:18; Revelación 11:5-6; Jeremías 1:10; Juan 14:12; Mateo 21:21


martes, 2 de abril de 2024

Todo llega en su momento justo, pero de uno depende el saber aprovecharlo

 


La escena es reveladora: Un funcionario de un país muy lejano que de camino de regreso a casa va leyendo las Escrituras sin entender a qué se refieren y es abordado por una persona que nunca antes había visto la cual comienza a explicarle el texto.

 

Pero leamos: “Sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él”.

 

Pensemos en todas las posibilidades, no solo que el etíope hubiese tomado otro camino o que Felipe no hubiera ido donde él, sino más bien una en dónde encontrándose Felipe con él, éste hubiera declinado la invitación para explicarle la Palabra, después de todo, el etíope no conocía a aquella persona, además, al ir a pie, era más que evidente que era del pueblo mientras que él era funcionario de la realeza, en fin, muchas otras situaciones que hubieran hecho imposible que él llegase a entender lo que leía. Pero la actitud del etíope fue otra y eso permitió entendiese la Palabra a tal grado que pidió ser bautizado.

 

Pensemos un poco más, el etíope tenía toda vida tras de sí; ser funcionario de la realeza en su país no era cosa menor, ¿cuántos años tendría?, ¿cómo habría sido toda su vida hasta ese momento?, ¿durante cuánto tiempo habría querido entender la Palabra?, mejor aún: ¿cómo iría a ser su vida de ahí en adelante?

 

Sin duda alguna que toda la vida del etíope, Dios la movió para este momento, para que, teniendo la oportunidad, decidiéndola aprovecharla o no, toda su vida fuese cambiada.

 

Sé que en nuestro andar por el Camino a las promesas que se nos han dado, los elegidos podemos sentir que las cosas en nuestra vida no llegan en el momento preciso, pero eso es que vemos con nuestra visión limitada, pero la vida se conduce conforme a Aquel que la pensó para nosotros:” Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.

 

¿Y cuáles son esos pensamientos? “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de desgracia, para daros un porvenir y una esperanza”.

 

Si Dios mismo es quien conduce nuestra vida, leyendo lo anterior, bien podemos confiar en Él, ¿o no?, lo que sí, decidir si aprovecharemos lo que de Él venga o lo desaprovecharemos, así que ya lo sabes: Todo llega en su momento justo, pero de uno depende el saber aprovecharlo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Hechos 8:27-31; Isaías 55:8-9; Jeremías 29:11